El
plan LA UDI LEE surge con la intención de apoyar los procesos de lectura de los
estudiantes de la universitaria, quienes han manifestado vacíos y problemas de
comprensión que deben ser prontamente atendidos si queremos construir una
academia sólida en nuestras aulas.
Ahora
bien, ¿en qué radican dichos vacíos y problemas de comprensión? La observación
docente y los resultados de pruebas como las Saber PRO nos indican que a
nuestros estudiantes les cuesta trabajo analizar textos por su cuenta, es
decir, que usualmente necesitan el apoyo de un docente que “traduzca” la
información leída. Tal inconveniente deja entrever una competencia anclada en
el nivel literal de lectura, el cual se halla bastante alejado del nivel
crítico que se espera observar en un estudiante universitario. Con la intención
de hacer más claro este panorama, expondremos a continuación los niveles de
lectura que toma como referencia nuestro Plan lector:
Nivel literal
En
este nivel, el lector se halla en la capacidad de reconocer la información
explícita del texto. Por tanto, comprende la articulación de un conjunto de habilidades
conectadas al conocimiento de la lengua, sus diversos símbolos y la forma en
que estos se estructuran para transmitir mensajes coherentes. Implica nociones de gramática, sintaxis, semántica, morfología, ortografía y puntuación que
permiten al lector hacer una lectura de carácter denotativo, identificando los
significados y las ideas que se expresan de manera directa en el texto.
A
partir de lo anterior, podemos plantear que el estudiante en el nivel literal identifica
el tema general y las ideas que aborda el texto leído, e incluso puede
evidenciar la tesis, si esta es manifestada abiertamente por el
autor. No obstante, cuando se trata de textos complejos, este lector encontrará
dificultades para identificar la tesis y los argumentos específicos de un texto
(o el tema que se halla detrás de una historia), pues no interpreta fácilmente
las conexiones insinuadas u omitidas que guían los mensajes implícitos y dan
sentido al texto.
En síntesis, un lector en nivel literal puede reconocer información y procesar datos, siempre y cuando éstos aparezcan en la superficie del texto.
En síntesis, un lector en nivel literal puede reconocer información y procesar datos, siempre y cuando éstos aparezcan en la superficie del texto.
Nivel inferencial
En
este nivel, el lector no sólo reconoce la información, sino que empieza a conectarla
y a elaborar inferencias a partir de dichas conexiones. Se trata, entonces, del
primer nivel propiamente interpretativo, que conduce a analizar la lengua desde sus significados connotativos. Las habilidades
desarrolladas en este punto nos llevan a comprender el texto, en términos de
Umberto Eco, como una “obra abierta” que requiere la colaboración del lector
para cobrar sentido. Tal presupuesto implica que la interpretación
de un texto surge como una cadena infinita de significados que se
desatan a medida que el lector relaciona la nueva información con su realidad,
con otras lecturas o con diversos contextos que darán lugar a unos “significados
personalizados”. No obstante, valga aclarar que las conexiones establecidas por
dicho lector siguen estando netamente ligadas al texto, es decir, que éste
infiere a partir de un reconocimiento certero de los signos explícitos e
implícitos que aporta la lectura.
Así,
se perfila un lector agudo que logra identificar los mensajes implícitos,
articula los datos dándoles sentido, reconstruye tesis, argumentos y temas
detalladamente e, incluso, elabora hipótesis sobre la propuesta del autor. Por
tanto, en el nivel inferencial el lector debe desarrollar habilidades de análisis
y abstracción que lo lleven a revelar las estructuras internas del texto para,
a partir de ellas, “reconstruir” la obra.
Nivel intertextual
En
este nivel, el lector, que ya ha logrado elaborar inferencias, empezará a
llevar las conexiones hechas más allá del texto, es decir, pondrá en diálogo los
contenidos del texto con otras lecturas y discursos. Como se podrá notar, tal
tarea requiere un buen trabajo previo en la interpretación, pues sólo tras
revelar los distintos significados del texto, éstos pueden ser revisados a la luz de
otros discursos.
De
tal manera, el nivel intertextual demanda la negociación con otras lecturas que
no son necesariamente expuestas en el texto. En este punto, el lector debe
hacer uso de su competencia enciclopédica para identificar la relación de los
nuevos contenidos con otros productos culturales que funcionan como
referencias explícitas o implícitas
planteadas por el autor. Este trabajo exige reconocer que el texto no ha
surgido como un elemento independiente y aislado del saber universal, sino que
siempre proviene de la interacción con diversos discursos y propuestas, y que,
incluso, en muchos casos, surge como un homenaje a esos referentes. Así, la
intertextualidad ofrece amplias posibilidades para enriquecer la
interpretación, pues permite descubrir mensajes y contenidos textuales que sólo
se hacen evidentes por contraste con otros textos.
Nivel crítico
El
lector crítico es aquel que, además de entender el texto a partir de sus
referentes textuales y extratextuales, puede confrontarlo, cuestionarlo y
revelarlo como un discurso particular. Esta lectura requiere, entonces, un examen más
profundo de las marcas dejadas por el autor (las primeras fueron estructurales
y semánticas); el lector necesita identificar cómo se ha presentado el autor a
sí mismo: si se manifiesta claramente o si se oculta tras alguna figura narrativa.
A la par, es justo precisar el rol que éste ha decidido jugar en su texto de
acuerdo a la situación comunicativa y, con ello, el rol que le ha otorgado a su
lector: descubrir si el autor busca comunicar, informar, entretener, ilustrar,
persuadir, argumentar, etc.
Preguntarse
por el propósito y rol del autor implica también analizar los discursos implícitos
en ese propósito. Por tanto, abordar esta dimensión requiere tomar conciencia
de que todo texto, como producto cultural, está atravesado por los valores e
intereses particulares del autor, aun cuando no parezca inscrito de manera
evidente a ninguna corriente o ideología. Como se podrá entrever, estas
observaciones conllevan a iniciar propiamente la lectura “crítica”, pues una
vez el lector reconoce las filiaciones y pretensiones del autor y su texto,
inevitablemente debe asumir una postura personal que permeará su
interpretación.
Llegados
a este punto, la lectura se torna compleja, pues asumir una postura crítica
frente al discurso, significa abordarlo sin apasionamientos personales, hecho
que no siempre resulta fácil para el lector. Para ello, es necesario no sólo
identificar los componentes ideológicos del texto, sino, sobre todo, indagar
sobre su origen y preguntarse qué lleva al autor a plantearlos, de modo que se
les pueda valorar de manera justa, dentro de su contexto y en relación con las
inquietudes que abordan.
Esta
dimensión evalúa la capacidad del lector como investigador detallado de los
mensajes que el autor ha dejado entre líneas o que incluso ha procurado
disimular completamente, ya sea por fines estéticos o con intenciones
persuasivas. Además, cabe agregar que la identificación de los mencionados
factores depende, en gran parte, de la dimensión intertextual antes descrita,
porque las conexiones con los discursos de otros productos culturales cuyas
filiaciones ideológicas ya son conocidas, resultan ser pistas valiosas para
identificar nuevas formas de un mismo discurso.
Consideraciones sobre el nivel
crítico
Una vez identificados el tema, la tesis, el propósito y los discursos presentes en el texto, el lector entra en una etapa netamente crítica en la que debe analizar la repercusión de dichos discursos en la sociedad.
Así, se preguntará qué tipo de prácticas pretende apoyar, validar, justificar o promover el texto. Por tanto, en esta dimensión no sólo se relaciona lo leído con otros productos culturales, sino que también se tiene presente su poder para construir sentido en la sociedad, lo cual le otorga un lugar central en el desarrollo de la cultura.
Una vez identificados el tema, la tesis, el propósito y los discursos presentes en el texto, el lector entra en una etapa netamente crítica en la que debe analizar la repercusión de dichos discursos en la sociedad.
Así, se preguntará qué tipo de prácticas pretende apoyar, validar, justificar o promover el texto. Por tanto, en esta dimensión no sólo se relaciona lo leído con otros productos culturales, sino que también se tiene presente su poder para construir sentido en la sociedad, lo cual le otorga un lugar central en el desarrollo de la cultura.
Frente
a este reto, el lector debe rastrear las acciones presentes o implícitas en el
texto que promueven comportamientos, ideas y emociones entre el público. Por ello, es clave aprender a identificar de qué recursos narrativos o
estructurales se vale el autor para insertar un discurso y, sobre todo, si lo
hace con la intención de apoyarlo o de cuestionarlo.
El camino hacia la lectura crítica, como se podrá notar a partir del anterior repaso, implica un proceso acumulativo que articula distintas habilidades en cada nivel alcanzado.Por supuesto, como todo proceso, requiere trabajo, y es por ello que resulta indispensable vincular la lectura a todos los espacios académicos, convirtiéndola, no en un fin, sino en una herramienta que permitirá a nuestros estudiantes llegar al nivel crítico y analítico propicio para producir aprendizajes significativos.
El camino hacia la lectura crítica, como se podrá notar a partir del anterior repaso, implica un proceso acumulativo que articula distintas habilidades en cada nivel alcanzado.Por supuesto, como todo proceso, requiere trabajo, y es por ello que resulta indispensable vincular la lectura a todos los espacios académicos, convirtiéndola, no en un fin, sino en una herramienta que permitirá a nuestros estudiantes llegar al nivel crítico y analítico propicio para producir aprendizajes significativos.
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